Mucho ha llovido desde que en 1917 aquel (a la postre famoso y polémico) urinario fuese presentado en sociedad por el artista Marcel Duchamp. Su historia es sobradamente conocida y relatada: el artista se compró un vulgar urinario blanco de porcelana, lo tituló “Fuente” y lo presentó invertido respecto a su posición habitual firmándolo toscamente con el seudónimo de R. Mutt para enviarlo a la Sociedad de Artistas Independientes para que fuese incluido en su exposición anual. Además, y esto es clave, Duchamp formaba parte del propio jurado de dicha exposición, por lo que su “acción” fue sobradamente conceptual, calculada y de una enorme transcendencia en el devenir de todo el arte contemporáneo durante el siglo XX. Aunque no era la primera vez que Duchamp presentaba objetos como “obras de arte” por el simple arbitrio de su voluntad: lo había materializado, entre otras creaciones, en 1913 con una rueda de bicicleta que fijó sobre un taburete de cocina, y lo había reiterado con un escurridor de botellas hacia 1914 y una pala para quitar nieve que firmó y colgó del techo en 1915. Pero sin duda, fue su “fuente” la que destapó el tarro de las esencias.
Desde entonces a través del Ready Made y el Objet Trouvé, los objetos han ido adquiriendo carta de presentación y se han ido zafando o desentendiendo de sus representaciones plásticas tradicionales para reclamar por sí mismos su presencia física en toda su extensión, entrando a formar parte de la materia con la que los artistas articulan sus discursos artísticos. En algunos casos, las texturas y formas de dichos objetos (sean éstas de origen natural como muchas esculturas Miró o artificiales como algunas piezas de Picasso) seducen al artista y se integran o metamorfosean en piezas escultóricas. En este caso los objetos y sus historias desaparecen como tales absorbidos por el aura de la obra final.
Con el arte pop los objetos cotidianos irrumpen en el mundo del arte como elefante en una cacharrería, siendo ellos mismos la imagen visible de una cultura de excesos que vive rodeadas de ellos. Objetos de deseo y escasa vida útil. Objetos y cosas que en definitiva definen una cultura y nuestra efímera relación con dichos objetos.
Sin embargo, es con el auge del arte conceptual cuando el objeto -por sí mismo- adquiere verdadero protagonismo como portador de significados, de historias, de asociaciones complejas acercándolo a tesituras filosóficas, históricas, políticas o morales.
La propuesta expositiva Espasa-do toma e hibrida todos estos referentes artísticos en torno al objeto a través de la intervención artística, en concreto sobre una serie de tomos de la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana de Hijos de J. Espasa, un ambicioso proyecto editorial que tuvo como resultado la publicación de
la gran enciclopedia española del siglo XX, más popularmente conocida como la
Espasa-Calpe, continuadora de anteriores proyectos. La decisión de publicarla se tomó en el año 1905 y salió a la imprenta entre 1908 y 1930 compuesta por 70 tomos y varios anexos o separatas. Ahí es nada.
Las enciclopedias como Espasa representaron la ciclópea labor de recopilar y catalogar el conocimiento del mundo de una forma razonada y ordenada, alfabéticamente en este caso. Es una larga y fascinante historia plagada de no pocos dramas que se remonta a quizá la primera y más fascinante historia acerca del afán humano por concentrar en un único lugar todo el conocimiento plasmado en libros: la mítica Biblioteca de Alejandría, un proyecto sin precedentes en nuestra remota Antigüedad.
De hecho, en aquella gigantesca Biblioteca atestada de libros en forma de rollos de papiros traídos de todo el mundo conocido, por primera vez -como relata Irene Vallejo en su libro El Infinito en un Junco – empezó a gestarse una serie de “rarezas” a través de este grupo de personajes obsesionados ( paradójicamente se reunían en un lugar que llamaban el Museum) por atesorar el conocimiento incluido en los libros escritos en todas las lenguas, traducirlos y copiarlos y así propiciar el acceso al saber que hasta ese momento era casi exclusivamente de tradición oral y reservado a una minoría muy selecta.
El caso, ya volviendo a nuestra Enciclopedia Espasa motivo y materia prima de esta exposición, es que la catalogación y acceso a la información sigue siendo un desafío fundamental en esta era de las nuevas tecnologías y el codiciado oro negro del siglo XXI: el Big Data. No es casual que en varios idiomas ( francés, español, catalán,…) llamemos precisamente a nuestro equipos informáticos “ordenadores” en contraposición al término anglosajón “computer” por entender, con toda la razón, que la función de ordenar , clasificar, archivar, dar una estructura y acceso universal a la información son funciones mucho más trascendentales para nuestras vidas que realizar exclusivas y sofisticadas operaciones de cálculo o computación.
Poe tanto, las variadas y poliédricas propuestas que se muestran en la exposición Espasa-do inciden desde planteamientos y perspectivas diversas (literarias, textiles, audiovisuales, conceptuales, escultóricas, pictóricas, performativas, etc.) en algunas de estas implicaciones referenciales de la enciclopedia no solo ya como objeto físico manipulable con más o menos criterios estéticos sino también y en gran medida como un sistema o espacio de orden y catalogación del conocimiento, aunque no se detienen ahí el alcance de dichas sino también y en gran medida, cuestionar o redefinir el concepto mismo de esta forma ya en declive (es pasado) de atesorar o encapsular el conocimiento y su vigencia o supervivencia hoy día en un mundo desmaterializado y en permanente evolución en la gran telaraña digital donde la nueva Biblioteca de Babel del conocimiento mundial de aquellos lejanos personajes y sabios de Alejandría que atesoraban miles de rollos escritos fluye por venas digitales o de fibra óptica y tendrán su mejor herencia en la efervescencia de creatividad que emana asimismo por todos los rincones de los nuevos templos del conocimiento y la innovación en materia de comunicación a escala planetaria que desde hace algunas escasas décadas se construyen alrededor de Silicon Valley y cuyos “engendros”, Google a la cabeza, han entrado a formar parte ya irrenunciable de nuestras vidas y la forma de entender o acceder a la información y el conocimiento. Por tanto, esta
exposición es una invitación a un viaje muy especial a la aventura del conocimiento, como aquel que describiera el poeta griego Kavafis en su célebre canto Camino a Itaca
«Cuando emprendas tu viaje a Itaca
Kavafis
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias»