Todo surge en una visita hace unos 20 años (aunque parecen muchos menos) a la casa del que fuera mi compañero de trabajo durante unos 15 años, Silvestre Fernández, y su mujer May Blázquez, en la localidad de Montequinto (Sevilla). En el esperado tour por la casa, muy interesante por el contenido, me percato de que tiene apilados en medio de una habitación unos tomos de enciclopedia con aspecto antiguo y desgastado. Ante mi interés me dicen que no saben qué harán con ellos. Le sugiero que podría llevármelos para mi hermano, que como le explico es un apasionado de las bellas artes y restaurador consagrado – o al menos en los comienzos de serlo – , y quizás le pudiera interesar.
Sin entrar en más detalle, el caso es que me llevé la enciclopedia, creo que al completo, dándosela a mi hermano José Carlos como había pensado. Pasados los años no ha tenido más repercusión más allá de haberlos podido ver en alguna ocasión en el estudio que mi hermano tiene en la segunda planta de su casa, donde puedo asegurar se encierran muchos objetos del pasado. Detalles que pueden dar la impresión de insignificantes, pero que dicen mucho de detalles de la vida de nuestra familia, y recuerdos que aunque ahora no vengan al caso, siempre me gusta volver a ver.
Como digo, pasados los años, ¡¡¡muchos!!!, estas últimas navidades en la que a pesar de los tiempos de pandemia, nos reunimos una parte importante de familia, nos anuncia muy ilusionado un proyecto en el que trabaja con una idea sobre unos tomos de enciclopedia; casi sin prestar el interés que debiera, por el momento de reunión y diversidad de temas, escuchamos la idea sin ser conscientes de la envergadura del proyecto y de la vinculación directa que me esperaba.
Tengo que decir que siempre he disfrutado de la vida y experiencias que mi hermano mayor me ha transmitido y del que me siento orgulloso. En alguna etapa, nos ha hecho incluso partícipes a nuestro otro hermano -el pequeño- y a mí mismo de alguno de los trabajos de restauración de los muchos que ha llevado (la restauración de un cuadro de Joaquín Sorolla en la sede del antiguo Banesto de Sevilla, un antiguo molino de trigo creo recordar en hinojos y algún que otro mueble muy antiguo….).
Aunque desde ese mismo momento en que expuso su idea, ya pensé que podría tratarse de aquellos libros que por casualidad recuperé de no-sé-qué otro destino… No fue, sin embargo, hasta que ya con la exposición inaugurada y vista la obra, cuando le pregunté sobre la idea; cómo surgió, de dónde sacó esa enciclopedia y demás detalles sobre la misma. La respuesta fue clara para mí: “hermano, la verdad es que no lo sé, alguien hace años me dio esos libros, pero no recuerdo cuándo, quién ni por qué; sólo sé que los tengo en casa desde hace muchísimo”.
Mi respuesta también lo fue: “no busques más, fui yo quien hace años te llevé esos libros”, sin tener la más mínima idea de que hoy serían el punto de partida para la expresión de unos artistas con tanta diversidad.
El caso es que a su petición he intentado indagar en la procedencia de esa enciclopedia y me he encontrado con que detrás hay como siempre una historia apasionante.
Retomando la historia, he de decir que la relación con mi compañero Silvestre se interrumpió más o menos en el año 2010, al dejar él de trabajar en la empresa donde ambos lo hacíamos, pero en la que aún sigue otra compañera (Maribel Vayas) muy vinculada a la familia de Silvestre y May, que siguen manteniendo un estrecho contacto. Con la ayuda de Maribel, hemos podido confirmar con la propia May y Silvestre, que esa enciclopedia (recordaban perfectamente cuando me la dieron) procede del abuelo por parte materna de May, Manuel Bermudo Ortega, quien fuera bibliotecarion en el Ayuntamiento de Sevilla, por lo que la presencia de libros en su casa obviamente debió ser muy notable. De él pasó a su hija, Maribel Bermudo, pasando a su vez a su hija May.